"La publicidad chatarra mueve en el mundo US$40 mil millones al año (Atlas Food). En el Perú unos US$ 250 millones anuales"
(Fuente La Mula) Luego de que ayer el gobierno promulgara
la polémica Ley de Promoción de la Alimentación Saludable, hoy la
Sociedad Nacional de Industrias, ha planteado que la norma sea derogada.
El debate va a continuar. A continuación compartimos la columna de
Claudia Cisneros publicada en La República.
Nos parece normal. Hemos sido por años
bombardeados con publicidad acerca de que comer productos
industrializados no solo no es dañino, sino que es bueno y parte de la
vida cool del ciudadano práctico y moderno.
Los Productos Ultra Procesados (PUP), como los ha bautizado
Carlos Monteiro y su grupo investigador de la U. de Sao Paulo, están
compuestos por ingredientes de bajo valor nutricional como el almidón de
trigo, al que agregan grasas trans(lo peor para corazón, diabetes y
cáncer), ingentes cantidades de sal y azúcar, aditivos químicos para
sabor placentero, color atractivo y preservantes para que duren. Si
comiéramos esa mezcla sin el saborizante que le ponen, la escupiríamos
por desagradable.
El fin último de quienes producen
estas mezclas es hacer dinero. Lo cual en sí no tendría nada de perverso
si no fuera porque en el camino de hacerlo les importa poco o nada el
veneno que día a día inoculan en los organismos. No es el procesamiento
industrial en sí mismo el perverso, son los ingredientes insalubres que
usan, lo que lo convierte en una bomba de tiempo para las arterias, el
corazón, la sangre y el páncreas.
La publicidad chatarra mueve en el mundo US$ 40 mil mllns. al año
(Atlas of Food). En el Perú unos US$ 250 mllns. anuales. Anunciantes e
industriales nos subestiman al usar el argumento de que la publicidad no
influye tanto como para cambiar hábitos. Si es la razón de ser de la
publicidad: forjar hábitos de consumo. No con información veraz de las
(inexistentes)ventajas nutritivas de sus mezclas. Esa batalla la hemos
perdido. Ellos etiquetan y anuncian lo que hará que vendan. Estiran la
realidad, la mezclan con fantasía, medias verdades, bonitos slogans,
jingles e imágenes seductoras que se alojan en nuestra mente consciente y
subconsciente. Por eso muchos hemos perdido la capacidad de ver lo que
en verdad nos venden: basura disfrazada de comida con baja inversión
(sabor y color) y grandes dividendos. Y otra vez, no es la publicidad en
sí la perversa sino el modo en que se usa.
Al margen de las consideraciones técnicas y científicas
ampliamente probadas y de fácil ubicación para quien busque con interés
en internet en fuentes confiables y oficiales, entérense de quienes se
gritan “intervencionismo”, que la Ley aprobada en Perú no es idea de
Humala o su partido, el chavismo o afines. Es parte de una campaña
global de la OMS y la OPS ante un fenómeno epidémico mundial y en
frontal lucha contra una industria que se pinta de pseudoliberal
escudándose en la libertad para defender su negocio degradante de la
salud. Chile, Francia y otros países ya implementaron medidas para el
menor. En Perú las restricciones de la Ley no son para adultos como
algunos infieren: por qué me van a prohibir mis papas fritas, gaseosa.
Tú puedes seguir haciendo lo que te plazca, sana o dañinamente, pero los
niños –sean tus hijos o no– no tienen por qué sufrir las consecuencias
de tu ignorancia, mala elección e irresponsabilidad que afectará
directamente su salud.
La Ley está en función de
ellos, no de tus elecciones. Tu libertad de elegir mal por tus hijos no
puede estar 100% y sin restricciones por encima de su bienestar. Por eso
existen regulaciones y leyes que intentan protegerlos en muchas áreas
de la sociedad. Tampoco una Ley sola cambiará hábitos. Hay muchos
factores que deben conjugarse. Por lo pronto el debate habrá hecho que
más padres se enteren de lo que en realidad están canjeándoles a sus
hijos por su comodidad de no cocinar o darse el tiempo de ser creativos
para ofrecerles alimentos sanos y atractivos. Les están canjeando
asegurada mala salud, enfermedad, gastos médicos y una pobre calidad de
vida.
Tomado de: La República